lunes, 25 de junio de 2012

PENSAMIENTO NACIONAL


PENSAMIENTO NACIONAL


LOS AÑOS “30″ Y EL PENSAMIENTO NACIONAL

22 de Junio de 2012 
Por Francisco José Pestanha
El año 1930 puede establecerse sin lugar a dudas como un hito elocuente para comprender el desarrollo de esta matriz de pensamiento que, como ya sostuvimos en numerosas oportunidades, encuentra raíces ancestrales en nuestra región.
El derrocamiento del gobierno constitucional de don Hipólito Yrigoyen no solo iniciará una larga etapa de presencia política de la fuerzas armadas, en especial del ejercito en el poder, sino que coincidirá con una paulatina y ascendente conflictividad con el Reino Unido de Gran Bretaña, experiencia imperial surgida al calor de la Revolución Industrial, con la que la Argentina mantuvo durante más de siete décadas, al decir de numerosos autores una relación de tipo semicolonial.  Surgirá entonces una vigorosa y activa militancia nacionalista (aunque este fenómeno puede extenderse hacia principios del siglo XX), que se expresará no solamente en el campo del pensamiento sino también en la historiografía.

La vertiente nacionalista presentará rasgos sumamente peculiares y diversificados, destacando la circunstancia no menor que alguna de sus voces más resonantes emergieron desde los mismos sectores dominantes.
Siguiendo en este aspecto Daniel Enrique Antonio Campi, en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial empezaron a resonar fuertemente en nuestro país diatribas contra el orden político imperante, ataques que, en cierto sentido, respondieron al impacto generado por la llegada del Yrigoyenismo al poder. Algunos nacionalistas, a fin de construir su ideario se harán “paradójicamente” eco de versiones ideológicas importadas acríticamente del viejo continente, para fustigar el ascenso de la “chusma” al poder desde una perspectiva ciertamente aristocratizante.
Miguel A. Scenna citado por Campi describe esta circunstancia con notable precisión: “Desde 1916 los que se consideraban custodios de la tradición por derecho de herencia estaban desplazados del poder por el radicalismo (…) Surgió entonces una suerte de pensamiento que, renegando del radicalismo y de la inmigración, terminó renegando también de la democracia. Extasiados con Primo de Rivera y con Mussolini  y (….) nutridos intelectualmente por Charles Maurass, crearon un ideario que tomó el nombre del nacionalismo”.
Algunos sectores inscriptos en esta corriente centrarán sus reflexiones en una  cerrada visión hispanista, fundarán su diatriba afirmando que la Nación existió pero fue derogada después de la batalla de Caseros, y plantearán un inviable retorno hacia el pasado. Juan Domingo Perón en alguna oportunidad, les asignará irónicamente el mote de “piantavotos de Felipe II” en referencia al monarca español durante cuyo reinado la hegemonía española llegó a su
apogeo.

Otros experimentarán un nacionalismo de cierto corte hispanista pero orientado hacia la Doctrina Social Cristiana, corriente que resultó de por sí  bastante fecunda y que influirá nítidamente en el primer peronismo. Por su parte, autores como Leopoldo Lugones desde una perspectiva nativista y persiguiendo una propuesta nutrida de tópicos originales, se transformará en uno de los intelectuales emblemáticos del ideario nacionalista, aunque enrolado en un elitismo inconducente, relativamente funcional a las elites dominantes  y ciertamente ingenuo.

El pacto Roca Runcimann suscripto en 1933 permitió visibilizar la verdadera relación que anudaba forzosamente el destino de nuestro país al de la metrópoli (Gran Bretaña) ya que legó, en manos de estos últimos, el comercio exterior y otorgó al capital inglés privilegios inaceptables. Dicho pacto además vino a poner en duda la idea misma de una Argentina independiente y soberana impulsando a autores como Julio Irazusta, Ramón Doll y José Luis Torres a inscribirse en un acérrimo anticolonialismo. La obra  de Julio Irazusta “La Argentina y el imperialismo británico. Eslabones de una misma cadena 1806-1833″ constituye aún hoy una referencia reveladora en la literatura anticolonialista refiere.
Comenzará, así, la lucha contra el imperialismo real.

Las circunstancias imperantes estimularán a muchos jóvenes a inscribirse en esta batalla, y con el paso del tiempo, el anticolonialismo irá generando instancias organizativas originales y trascendentes como la de FORJA (Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina).
Bajo el impulso de Juan B. Fleitas, ex Ministro de Yrigoyen, y de Manuel Ortiz Pereyra, único miembro del Poder Judicial que renunciara el 6 de septiembre de 1930, un grupo de jóvenes entre los que se encontraban Arturo Jauretche, Homero Manzi, Luis Dellepiane, Raúl Scalabrini Ortiz, Juan Luis Alvarado, Oscar Correa, Gabriel Del Mazo, Atilio García Mellid, Héctor y Carlos Maya, Néstor Banfi, comenzó a agitar las banderas nacionales y revolucionarias que había popularizado el yrigoyenismo. FORJA emergió a la luz un 29 de junio de 1935. Integrada por los referidos y otros como René Orsi, Francisco José Capelli, Miguel López Francés, Basilio Ruiz, Oscar Meana, Vicente Trípoli, Libertario Ferrari, Juan Carlos Cornejo Linares, Luis Peralta Ramos, Horacio Aragón, Roque Raúl Aragón, constituyó en un verdadero regazo para que estos jóvenes pudieran preservarse de un contubernio que mediante todo tipo de artimañas los privaba de la voz y del voto.
La actividad de FORJA “no se concentró exclusivamente en la producción de literatura política y, menos aún como suele sostenerse, en el desarrollo de una corriente interna escindida de la UCR constituida por intelectuales en su mayoría jóvenes universitarios y profesionales de clase media. Como bien enseña Delia María García, esta última caracterización en modo alguno “…alcanza a reflejar los matices diferenciales de heterogeneidad social, cultural, y de origen político” de sus integrantes. La experiencia del forjismo marplatense y de otras filiales provinciales del agrupamiento da cuenta de una multiplicidad de estrategias y actividades que se extienden también hacia el mundo del trabajo y, en especial, hacia el proceso de nacionalización del movimiento obrero argentino. 

Pero además Irán surgiendo paulatinamente otras versiones caracterizadas como nacionalismo de izquierda, enrolándose en ellas  legendarias figuras como Jorge Abelardo Ramos y posteriormente  Juan José Hernández Arregui. En relación a esta última tendencia, las enseñanzas de Manuel Ugarte resultan altamente reveladoras y su americanismo inspirará a todo el Pensamiento Nacional.
Pero no solo el anticolonialismo caracterizará la producción de ese nacionalismo popular ya emergente. El Pensamiento Nacional, incorporando al pueblo como elemento nuclear de la Nación, irá inmiscuyéndose, entre otras, en una cuestión que es capital para la comprensión de lo argentino: la cuestión identitaria.

Fermín Chávez en un opúsculo lamentablemente olvidado ha sostenido que Fray Francisco de Paula y Castañeda, Manuel Ortiz Pereyra,  Ernesto Quesada, Leopoldo Lugones, Manuel Ugarte, Ricardo Rojas, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y Manuel Gálvez, entre otros, abordaron, desde diversos matices, la cuestión nacional citando en esa obra una brillante reflexión de Ugarte datada en 1912: ¡Somos indios, somos españoles, somos latinos, somos negros, pero somos lo que somos. No queremos ser otra cosa!
Estas y otras apreciaciones altamente valorativas sobre nuestra composición mestiza y nuestra razón identitaria resultarán cruciales en momentos que ciertas mentes obtusas denunciaban una Argentina desintegrada por una inmigración aluvional con su consecuente infortunio: la pérdida de identidad.

Raúl Scalabrini Ortiz por su parte rescatará a esta Argentina inclusiva y mestiza, concibiendo un neologismo para describir el proceso de interacción e integración de culturas que se operaba en América y en especial en nuestra Argentina: lo multígeno.
Por razones entre las que se incluyen lógicos matices y perspectivas conceptuales disímiles sobre ciertos fenómenos, esta corriente nunca se aglutino bajo ninguna modalidad organizativa, aunque todos sus mentores coincidieron en la existencia de un universo sociopolítico caracterizado por las relaciones desiguales de poder, y el carácter periférico y dependiente  de nuestro país.

Francisco José Pestanha

El término semicolonia será utilizado por muchos autores de esta corriente como Jorge Abelardo Ramos.
CAMPI: Daniel Enrique Antonio: “El nacionalismo Hispanoamericano de Raúl Scalabrini Ortiz”. En actas del Congreso Internacional de Historia de América. Córdoba Marzo de 1987.
SCENNA, Miguel Ángel; “Los que escribieron nuestra historia”. La Bastilla. Buenos Aires 1976.
PESTANHA Francisco José .FORJA: Hace 76 años comenzaba a edificarse un sueño”. En www.telam.com.ar
CHAVEZ Fermín: “Lo Argentino como producto Histórico”. Opúsculo de difusión gratuita. 2004

FUENTE AGENDA DE REFLEXION.

CATEDRA HISTORIA SOCIAL GENERAL.

martes, 19 de junio de 2012

20 de Junio de 1812-2012

Manuel Belgrano y la educación

Por Alberto Sileoni *
 
En el imaginario colectivo suele predominar la figura de Sarmiento como el gran padre de la educación argentina. Por supuesto que el sanjuanino hizo méritos suficientes como para quedar en la memoria afectiva de todos los argentinos, por su tarea profunda a favor de la educación popular.
Sin embargo, mucho antes de sus valiosos aportes, hubo compatriotas que hicieron oír sus voces, llamando a la construcción de un Estado educador que incluyera a todos y a todas. Uno de ellos fue sin duda –y con un lugar destacado– Manuel Belgrano.
 
Un nuevo aniversario de su muerte es, entonces, una buena oportunidad para recordar a ese argentino, que fue uno de los primeros políticos preocupados por la educación en nuestro país. Un visionario cuyas afirmaciones, casi doscientos años después, conservan una iluminadora vigencia.
Desde las páginas del Correo de Comercio de Buenos Aires, ya en marzo de 1810, Belgrano advertía de la necesidad e importancia de crear escuelas primarias en las ciudades, villas y parroquias, con fondos públicos. Sostenía que en la campaña “residen los principales contribuyentes a aquellos ramos [de la educación] y a quienes de justicia se les debe una retribución tan necesaria”. Y, a su vez, pedía: “Obliguen los jueces a los padres a que manden a sus hijos a la escuela, por todos los medios que la prudencia es capaz de dictar, y si hubiere algunos que desconociendo tan sagrada obligación se resistieren a su cumplimiento, como verdaderos padres que son de la patria, tomen a su cargo los hijos de ella y pónganlos al cuidado de personas que los atiendan”. Reclamo que bien podría leerse como inspirador de la Asignación Universal por Hijo.
 
Efectivamente, los escritos de Belgrano en el Correo de Comercio –como sus Memorias de 1796– referidos a la educación lo ubican como uno de los impulsores de la escuela argentina, bastante tiempo antes de que otros realizaran sus aportes.
Nació en 1770 y fue el octavo hijo de los dieciséis que tuvieron sus padres, un italiano y una criolla hija de santiagueños. Desde 1794 hasta los sucesos de Mayo de 1810, ocupó el cargo de secretario perpetuo del Real Consulado de Industria y Comercio del Virreinato del Río de la Plata, un virtual ministro de Economía de estas tierras, lo que para un criollo era casi una proeza. Y desde ese lugar pensó en “escuelas gratuitas, adonde pueden los infelices mandar a sus hijos, sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción; allí se les podrá inspirar amor al trabajo, pues en un pueblo donde reine la ociosidad (...) toma su lugar la miseria”.
 
Propuso que los niños aprendieran las primeras letras junto con matemática básica y el catecismo, para luego ser recibidos por los maestros de oficios en escuelas distribuidas en todos los barrios, sin distinción de clases. Escuelas gratuitas para todos, como herramienta para luchar contra la ociosidad y la miseria, expresión que hacemos nuestra muchos años después en el Ministerio de Educación de la Nación, trabajando para que todos los argentinos cumplan la educación obligatoria y de calidad, como condición necesaria para construir una democracia real.
Belgrano fue, además, un propulsor de la educación de las mujeres. Y más allá de que, a tono con la mirada de su época, prefería para las niñas las labores y otras tareas “femeninas”, lo singular de su pensamiento es que reparó en ellas como sujetos de derechos para sacarlas de la ignorancia y la postergación. También de avanzada fue su aliento a la creación de las escuelas de Comercio, Náutica y Dibujo, como el lugar otorgado a la escuela técnica, que imaginaba concentrada en cuestiones prácticas.
 
En 1813, cuando por sus victorias militares el Cabildo le donó 40 mil pesos, los destinó a la creación de cuatro escuelas en Tarija, Salta, Tucumán y Santiago del Estero, a la compra de útiles, becas y libros para los más pobres. Otros escritos suyos se refieren a la necesidad de relacionar educación y trabajo; y a pesar de haber sido un fisiócrata defensor del desarrollo agrícola, impulsó con el mismo fervor la producción y la industria.
 
Pero lo verdaderamente original de su pensamiento es que abrió el camino de la educación para los más desposeídos: los indios, los huérfanos y los pobres. Esa preocupación por incorporar a los que siempre habían estado olvidados, en cierto sentido, supone el comienzo de la educación de adultos en nuestras tierras. Así lo entendió, hace unos años, la recordada Dirección Nacional de Educación de Adultos, la querida Dinea, cuando consagró a Belgrano como patrono de esa modalidad educativa en nuestras tierras. Junto con sus desvelos por desarrollar la educación, hay otros rasgos de su pensamiento y su obra que son para destacar. Es bien conocido el hecho de que debe recurrir a un amigo para que se haga cargo de los gastos de su funeral, pagando los servicios del médico con su propio reloj. El general de la Nación, hombre de cuna afortunada, muere en medio de la estrechez económica. Esta es una de las virtudes más conmovedoras de muchos de nuestros padres fundadores, su sentido de la ética y del honor.
 
Por último, en Belgrano se destaca el sentido del deber; de estar donde manda la Patria. Como muchos porteños ilustrados, había estudiado gramática, filosofía y algo de teología. Tras ocho años en la Universidad de Salamanca, fue abogado, funcionario, economista, periodista; en suma, una formación intelectual cuyo destino era transitar por el mundo de las ideas. Y aunque jamás había vestido el uniforme militar, ni había recibido instrucción, cuando la Patria lo necesitó soldado decidió, sin dudarlo, presentarse en el frente de batalla.
 
Hoy más que nunca, en esta Argentina en la que recobramos desde 2003, con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, las esperanzas y el sentido de caminar juntos, es una responsabilidad recuperar la herencia de hombres como Belgrano. Aquella tierra por la que peleó junto a sus paisanos llegó, con los años, a constituirse en una Nación soberana, gracias a que hombres como él pusieron a su servicio pensamiento y acción, bienes y fortuna, la vida misma.
 
* Ministro de Educación de la Nación.
HISTORIA SOCIAL GENERAL.

viernes, 15 de junio de 2012

PROYECTO UMBRAL, CONSIGNAS


Guía de Lectura

Proyecto Umbral: La Cuestión generacional en el Proyecto del 80



1-     Tipología de  una generación

2-     1ra etapa de la Generación del 80

3-     Concepto de civilización

4-     Cuáles fueron las actividades británicas en el Río de la Plata después del Empréstito Baring

5-     Como se comportó la elite ante el imperialismo inglés

6-     Como se comporta la Gen del 80 ante el aluvión de inmigrantes

7-     Desarrolla el concepto de trabajador, tierra e indusytria

8-     Cuáles fueron los cambios del capitalismo financiero

9-     Cuál es la principal crítica nacional- social al proyecto del 80

10-  Por qué es compleja la construcción de la nacionalidad

11-  Por qué la industria es la gran olvidada ene l proyecto de la gen del 80




Texto de Roffman y Romero: La producción de bienes primarios exportables.



1-     Desarrolla el contexto internacional

2-     Explica el sistema nacional

3-     Como fue la incorporación de la Argentina al sistema mundial

4-     A que se denominó el sistema de dominación

5-     Explica el accionar de las inversiones extranjeras

6-     Explica la orientación de las inversiones locales

7-     Cual fue el papel del Estado


 Texto de Mario Rapoport: Las políticas económicas de la Argentina


1-     Ideas económicas de los hombres que impulsaron el modelo agro exportador

2-     Papel jugado por los capitales extranjeros

3-     Causas del fin del modelo

4-     Define el Modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones. Complementa esta definición con el texto de Gerchunoff


Texto de Franceschin. Consideraciones sobre la Revolución.


1-     Cuáles son los dos factores de nacimiento de la Revolución

2-     Como debería la Argentina presentarse ante el mundo.










miércoles, 13 de junio de 2012

Guía de lecturas


Guía de lecturas



Texto: Rouquie, Alain. Poder Militar y Sociedad política en la Argentina


1-     Caracterice a la sociedad argentina. Distinga sus clases

2-     Explique el doble origen del poder de la oligarquía

3-     ¿A quienes se denominan capas medias?

4-     ¿Cuáles son las distinciones que tiene las clases populares?




domingo, 10 de junio de 2012

Origen del Movimiento Obrero

Aca va un power point sobre el Texto de Guillermo Parson que les puede ser util para la lectura del mismo
Saludos
Prof Florencia Musante

Origen del Movimiento Obrero










MALVINAS 10 DE JUNIO

La Provincia, Malvinas|junio 9, 2012

Fuimos, somos y seremos Pueblo de Malvinas

Este 10 de junio se cumplen 183 años de la creación de la Comandancia Político y Militar de las Islas Malvinas por decreto del gobierno de Buenos Aires. En este documento se encuentran presentes algunas de las claves que explican que hoy, a casi 180 años de la usurpación inglesa, sigamos reclamando inclaudicablemente nuestros legítimos derechos.

Por Marcelo Luis Vernet (*) |

Sus considerandos se inician con una
afirmación indiscutible: “Cuando por la gloriosa revolución del 25 Mayo de 1810, se separaron estas provincias de la dominación de la metrópoli, España tenía una posesión material de las Islas Malvinas, y de todas las demás que rodean el Cabo de Hornos.” No voy a abundar sobre esta consideración tan evidente como conocida. Quisiera referirme a lo que entraña esta evidencia.
Aun antes de nuestro surgimiento como nación independiente, Malvinas era, naturalmente, nuestra tierra. Cuando nacimos como pueblo libre a nuestra vida política, lo hicimos sobre un territorio al que llamamos Patria, en el cabal sentido de la palabra: “La tierra de nuestros padres.” Malvinas ya era parte de esa Patria vislumbrada. Más adelante, los fundamentos del decreto señalan la consecuencia lógica de esta afirmación: “Por esta razón, habiendo entrado el gobierno de la República en la sucesión de todos los derechos que tenía sobre estas provincias la antigua metrópoli, y de que gozaban sus virreyes, ha seguido ejerciendo actos de dominio en dichas islas, sus puertos y costas.” Ya otros, con más pertinencia que yo, han hecho reiterada referencia a este principio del uti possidetis juris de 1810, utilizado para establecer las fronteras de los nuevos estados americanos surgidos de los procesos de descolonización para asegurar que mantuvieran los límites de los viejos territorios coloniales.

Los gauchos de Malvinas

En cuanto a los “actos de dominio” a que se refiere el decreto, no son sólo papeles, ahora amarillentos. Movieron la realidad, marcaron el destino de personas de carne y hueso. Primero que todos, mis paisanos. Porque desde 1824, antes que una pesquería, antes que un pueblito, Malvinas fue una estancia. Silenciosos, apenas entrevistos sus nombres en cartas y expedientes, desde los cuatro vientos van llegando los peones, los gauchos de Malvinas: José Domingo Vallejo, de Santiago del Estero; Juan Plácido, de la Banda Oriental; Manuel Antonio González, entrerriano del Arroyo de la China. Pío Ortiz y el negrito Diciembre que supo ser boyero. José Báez, Mariano López, Manuel Ruiz, Mateo González y Joaquín Acuña que firman la contrata con una cruz sobre sus nombres. Gregorio Sánchez, santiagueño, que el 29 de mayo de 1830  se casó en Malvinas con Victoria Enríquez, oriunda de Buenos Aires. Santiago, que cabalgó con Darwin.

El cordobés Silvestre Núñez. Domingo Balleja y Dionisio Heredia, de Santa Fe. Y tantos otros de los que no sabemos ni nombre, ni seña, ni destino. Domadores de caballos, hábiles en la agarrada y arreo de ganado, construyen ahora sus palenques con costillas de ballena. He querido recordar aquí algunos de sus nombres lejanos para hacer más patente una verdad sencilla: fuimos pueblo de Malvinas. Y este pueblo, para 1831 había consolidado una población próspera, laboriosa, hospitalaria que, como una pequeña Argentina, también se abrió para todos los hombres de buena voluntad.

El origen de la tragedia

El articulado del Decreto de 1829 es escueto. En tres artículos se dice lo esencial. El primero, crea la Comandancia y fija su jurisdicción que, desde luego, tenía alcance regional, ya que se extendía hasta el Cabo de Hornos e involucraba a la Tierra del Fuego. El segundo fija la residencia del comandante en la Isla Soledad, lo que implicó que la cuarta hija de Luis Vernet y María Sáez naciera en las islas. Le pusieron el nombre de Malvina. Por primera vez una argentina llevó por nombre el de esta tierra. Estos también son “actos de dominio”.

Pero quiero referirme en particular al artículo 3º: “El Comandante político y militar hará observar por la población de dichas islas, las leyes de la república, y cuidará en sus costas de la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios.” En esta natural disposición está, en parte, el origen de la tragedia. Para 1829, cientos de lobos marinos arden a diario en Londres. La creciente demanda de combustible para la industria y para la iluminación de las ciudades provoca una hecatombe.

Como en los mares del norte ya han sido diezmados, las proas de los loberos y balleneros enfilan para el sur. Desde 1821, las Provincias Unidas tratan de poner freno a la matanza a través de reglamentos y disposiciones de pesca y caza de anfibios. Los buques extranjeros no quieren cumplir ningún reglamento ni pagar ningún derecho. Y nuestra joven república no posee una flota para controlar que se cumpla la ley. Los reglamentos y disposiciones se transforman, al decir de Vernet, en un “derecho quimérico o estéril”. En los informes que el flamante comandante de Malvinas envía al gobierno en diciembre de 1829, insiste en la necesidad de un buque de guerra, un grupo de cazadores, hombres de caballería, para controlar el cumplimiento de los reglamentos de pesca. La situación que plantea es clara y crítica: “La pesca de anfibios en aquellas islas es agotable.

El extranjero, que procura únicamente su utilidad inmediata y actual, sin atender a lo futuro, hace la matanza de modo pernicioso. Abraza los campos y mata indistintamente, y en toda época, aun en la de parición. De aquí, y de la constante y grande concurrencia, ha nacido la actual disminución de los lobos; de los cuales habrá hoy apenas la vigésima parte de los que había en 1820. No será imposible que esta preciosa especie vuelva a su antigua abundancia, por medio de una matanza bien reglada y de algunos años de descanso. Pero continuándose la matanza por los extranjeros, esto es imposible, y la especie se extinguirá.” Entre julio y agosto de 1831, en cumplimiento de lo dispuesto en este artículo tercero, Luis Vernet apresa tres goletas estadounidenses que reiteradamente han infringido las reglas de pesca. La conmoción es enorme. A fines de diciembre de ese año el buque de guerra estadounidense Lexington realiza una expedición punitiva contra la colonia, destruye instalaciones, apresa colonos, siembra el terror.

Un año después Inglaterra usurpa por la fuerza las islas y expulsa a la población, que ya no puede retornar.

Malvinas en la prosa de José Hernández

Ahora sí, está completo el relato que se despliega del breve decreto sancionado hace 183 años, y que podemos sintetizar de esta forma: Malvinas fue nuestra tierra aun antes de nuestro nacimiento como nación independiente. La tierra  también nos hizo suyos, porque a ella nos brindamos. Fuimos “Pueblo de Malvinas”. Robada nuestra tierra por una potencia imperial, por intereses imperiales, seguimos siendo “Pueblo de Malvinas”, expulsados de nuestra tierra. En 1869, a 36 años de la usurpación, José Hernández, nuestro poeta nacional, publica en la prensa un extenso artículo titulado “Malvinas, cuestiones graves” que expresa con claridad y contundencia este relato: “La usurpación no sólo es el quebrantamiento de un derecho civil y político; es también la conculcación de una ley natural. Los pueblos necesitan del territorio con que han nacido a la vida política, como se necesita del aire para la libre expansión de nuestros pulmones.

El pueblo comprende o siente esas verdades (…) Los gobiernos han comprendido ya que no hay otra fuerza legítima y respetable que la fuerza del derecho y de la justicia; que el abuso no se legitima jamás. Entretanto, deber es muy sagrado de la Nación Argentina, velar por la honra de su nombre, por la integridad de su territorio y por los intereses de los argentinos. Esos derechos no se prescriben jamás.” Este relato, forjado por nuestra experiencia histórica desde que “nacimos a la vida política” es constitutivo de nuestra nacionalidad, de allí que no pueda prescribir jamás.

Esta realidad se manifiesta en los aspectos más sencillos y cotidianos. Si recorremos cualquier barrio, de cualquier ciudad de nuestra patria, es seguro que veremos chicos jugando en una plaza o saliendo de una escuela que lleva por nombre Malvinas Argentinas. Hay miles de argentinos que viven en Malvinas, porque ese es el nombre de su ciudad. Si mostramos a cualquiera las siluetas abruptas de la Isla Soledad y la Gran Malvina, al instante las reconocerá, y no como un dato más de la geografía, sino como un símbolo que nos identifica como pueblo.

 No podemos pensar nuestra Patria sin Malvinas. No podemos pensarnos como pueblo sin ser pueblo de Malvinas. Y no por un esencialismo o por la obra omnímoda de algún gobierno. Estas verdades no se inventan ni se imponen. El pueblo las comprende o siente mientras va tejiendo la urdimbre de su historia. Y no hay nudo de esta trama en que no esté presente, de un modo u otro, Malvinas. Los que se niegan a entender una verdad tan sencilla y evidente, no es que carecen de conocimientos de derecho internacional, carecen de imaginación. Ahora bien, ¿hacia dónde avanza este relato? ¿Qué historia podemos construir si el Reino Unido sigue pretendiendo tapar el sol con un dedo, negándose a reconocer que existe un conflicto de soberanía y que el único camino que garantiza una paz sustentada en bases sólidas es acatar las reiteradas resoluciones de las Naciones Unidas?

“Respetando el modo de vida de sus habitantes”

En nuestra Constitución, como cláusula transitoria, porque confiamos que esta historia tiene un fin, hemos vuelto a escribir, en esencia, las palabras de Hernández: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.”

Pero hay un dato nuevo, sumamente relevante, y que también forma parte de esta trama: “respetando el modo de vida de sus habitantes”. Ellos también han tejido su historia a lo largo de estos años. Para muchos isleños, Malvinas es la tierra a la que llegaron sus ancestros hace tres o cuatro generaciones. Son ciudadanos de la nación usurpadora, viven en una tierra usurpada, y el paso del tiempo no cambia esta situación.

Pero a poco que remontemos su historia, que preguntemos sus nombres e indaguemos de dónde vienen, vamos a descubrir que sus abuelos fueron  industriosos ingleses, expulsados del sistema productivo por la revolución industrial. Que venían de los suburbios de Glasgow escapando del hacinamiento y la miseria. Irlandeses, escoceses, campesinos, pastores, sin tierra ni futuro, que quieren escapar de dos siglos de guerras buscando paz, pan y ventura. Sin grandes diferencias los pastores que atravesaron el ancho Atlántico con sus perros a cuesta, de mis paisanos que con sus caballadas llegaron a Malvinas bamboleándose en las bodegas de los bergantines y dejaron para siempre en las islas el nombre de los pelajes: “alazán, zaino, moro”, con que, todavía hoy, se reconocen en las islas los caballos. Si los Estados hacen lo que deben hacer, como lo viene solicitando hace tantos años la Argentina, los pueblos haremos lo que sabemos hacer los pueblos: conocernos, trabajar, llorar a nuestros muertos, fundar familias para que la vida renazca.

Entonces, sí, podremos imaginar tantos fines de este relato, como destinos trace el ancho camino de la paz. Quisiera imaginar uno de los fines para este relato. Tal vez, un nieto mío. Imaginemos que un día siente incontenibles deseos de conocer esa tierra de la que tanto le habló su abuelo. Nada se lo impide y va al Puerto de la Soledad a reconocer sobre los rastros y ruinas dispersas, el que fuera primer establecimiento argentino en Malvinas.  Pero un domingo, paseando por Puerto Argentino se cruza con una chica que salió a caminar con sus amigas. Puede ser que sus miradas se crucen, son jóvenes. Puede ser que se enamoren. Entonces, un larguísimo círculo se cierre, como se fueron cerrando las heridas hasta ser una rayita casi imperceptible. Si la cosa prospera, uno nunca sabe, quizás termine discutiendo acaloradamente con mi nueva familia. Discutiremos hasta ponernos de acuerdo sobre si es mejor el vino tinto o la cerveza negra, para que juntos brindemos por la vida que siempre se las ingenia para vencer a la muerte. Que así sea.

FUENTE AGEPEBA.
HISTORIA SOCIAL GENERAL.

martes, 5 de junio de 2012

EL TRIUNFO DEL IMPERIO BRITANICO Y DE LOS PRESIDENTES MITRE Y SARMIENTO.

La Misión de Norberto de la Riestra

Mientras el gobierno mitrista en nota oficial manifestaba su total oposición a toda “Unión Americana” y afirmaba enfáticamente que: “la República está identificada con la Europa hasta lo más que es posible”, Norberto de la Riestra, enviado especial de Mitre en Londres trataba de demostrar en los hechos el servilismo total que el propio Gobierno reconocía en sus declaraciones diplomáticas.

El británico de la Riestra, llevaba por misión contraer un empréstito de doce millones de pesos en Londres, de acuerdo a la ley 128 de 1865.

De más está aclarar que la gestión de la Riestra era ante la Casa Baring. Esta, sólo adelantará 200.000 libras, de las cuales llegaran a Buenos Aires escasamente 100.000. El resto del empréstito queda supeditado a que la Argentina “peticione conjuntamente con el Brasil”. La Alta Banca británica quería asegurar de tal manera que el eje Rothschild-Baring contara con total control financiero de la “Alianza” contra el Paraguay.

Norberto de la Riestra, al igual que el Barón de Mauá urgía en la City que se llevara a cabo el empréstito que le permitía al gobierno de Mitre terminar con el tirano del Paraguay y los bárbaros montoneros.

Para “facilitar” la gestión se resuelve “reducir” el precio del empréstito, aumentando de tal manera las ya cuantiosas ganancias aseguradas a Baring Brothers.

Con fecha cuatro de febrero de 1868, Mitre presta su conformidad para que se reduzca a 70 el precio del empréstito. Finalmente, en junio de dicho año, el enviado plenipotenciario comunica al gobierno argentino la realización del nuevo préstamo, destinado a financiar la destrucción de la resistencia armada americana: 2.500.000 libras, con una supuesta recepción real de 1.735.703 libras, 6s.10 d…

Este empréstito, pagado con “el hambre y sed argentina” resultaría hasta 1883 m$n 8.417.515 como renta y m$n. 7.618.968 en calidad de amortización, quedando aún 988.300 libras, que Agote calculaba (en aquel año) que no iban a poder ser canceladas antes de 1889...

Es decir que sobre 1.735.703 libras recibidas teóricamente, debieron pagarse más de 4.000.000 de libras, para satisfacción de Baring Brothers.
El Fin de La Patria Grande

Felipe Varela y los hombres de la revolución, contaban con el levantamiento del litoral argentino, con sus caudillos 
Justo José de Urquiza y Ricardo López Jordán. El mercader Urquiza, especulará, como hemos visto, con su supuesto apoyo a la montonera – que no se producirá nunca – para obtener notables ganancias en negocios con el Banco de Londres, mientras sueña con la candidatura presidencial. Ricardo López Jordán logrará pronunciarse tardíamente, recién después de la muerte de Urquiza en san José.

Circunscripta al noroeste argentino, la revolución varelista se convierte en una heroica epopeya, con el último grito montonero de protesta ante el avance de la “civilización portuaria”, pero inexorablemente condenado al fracaso en el terreno de las armas.

Tingosta, Paso de San Ignacio, Pozo de Vargas, Salta y Jujuy, darán testimonio esperanzado del paso del caudillo y su montonera, hambreada y sin recursos, pero siempre dispuesta a cumplir la palabra empeñada por su jefe en el “Manifiesto”: “Siempre que la suerte quiera ayudarme, siempre que el cielo quiera protegerme, combatiré hasta derramar mi última gota de sangre por mi bandera y los principios que ella ha simbolizado”.

La muerte galopará hacia el caudillo americano en Chile, tísico y postrado, pero con los ojos puestos en su patria sufriente un 4 de junio de 1870. Coetáneamente cesaba la última resistencia del mariscal Francisco Solano López, muriendo con él el Paraguay nacional y proteccionista.

Ya nada se oponía a los planes Británicos. La Argentina convertida en una “gran estancia” otorgaba el máximo de garantías a los “inversores” británicos. El ocaso de la nacionalidad se cotizaba satisfactoriamente en el mercado de valores londinense. El nombre de Baring Brothers brillaba con mayor esplendor que nunca.

Los Caudillos Fderales

“Artigas, López, Güemes, Quiroga, Rosas, Peñalosa, como jefes, como cabezas y autoridades, son obra del pueblo, su personificación más espontánea y genuina. Sin más título que ese, sin finanzas, sin recursos, ellos han arrastrado o guiado al pueblo con más poder que los gobiernos. Aparecen con la revolución: son sus primeros soldados” (Alberdi, Juan Bautista. Los Caudillos. Colección Grandes Escritores Argentinos, 3; W. Jackson, Inc. Buenos Aires) (AGM-PLA.p.165)

“No teniendo militares en regla, se daban jefes nuevos, sacados de su seno. Como todos los jefes populares, eran simples paisanos las maás veces. Ni ellos ni sus soldados, improvisados como ellos, conocían ni podían practicar la disciplina. Al contrario, triunfar de la disciplina, que era el fuerte del enemigo, por la guerra a discreción y sin regla, debía ser el fuerte de los caudillos de la independencia. De ahí la guerra de recursos, la montonera y sus jefes, los caudillos: elementos de la guerra del pueblo: guerra de democracia, de libertad, de independencia”. (Alberdi, Juan Bautista. Grandes y pequeños hombres del Plata. Edit. Garnier Hnos. Bibl. de Grandes Autores Americanos, París).(AGM-PLA.p.173)

Fuentes:

- García Mellid, Atilio. Proceso a los falsificadores de la guerra del Paraguay. Edic.Theoría. Bs.As.1964
- García Mellid, Atilio. Proceso al liberalismo argentino. Edit. Theoría. 1964)
- Ortega Peña, Rodolfo y Eduardo L.Dualde. “Baring Brothers y la Historia Política Argentina”. Edit.“La Estrella” 1968)
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

HISTORIA SOCIAL GENERAL.

EL GENERAL FELIPE VARELA Y LOS INGLESES


El Imperio Británico y El Apoderamiento Continental

Efectivamente, hacia 1860 y en los años sucesivos el Imperio Británico realiza una genial y sutil maniobra tendiente a lograr el apoderamiento definitivo del continente sudamericano, eliminando las resistencias nacionales y la competencia internacional que pudiera perturbar sus planes de dominio.

El momento histórico elegido para ello no es casual: la guerra de la Secesión, eliminaba a los Estados Unidos del plano competitivo internacional, a su vez que la coyuntura económica inglesa permitía la realización del plan imperialista: hacia esos años ya se encontraba aceleradamente desarrollado el proceso de acumulación de capital de concentración bancaria e industrial.

La crisis mundial del algodón y la necesidad de nuevas áreas de cultivo, así como el aseguramiento del fertilizante que permitiese una producción algodonera intensiva, movieron al Imperio Británico y a su Alta Banca a proyectar una gran política imperialista de apoderamiento, cuya sutileza y genialidad consistió en permanecer oculta tras fuerzas y diplomáticos de otras naciones. La maniobra se vio facilitada por el sometimiento financiero que el Imperio Británico había logrado a su favor tanto de la Europa continental como de los países americanos.

En esa intrincada red de empréstitos y dependencia, Baring Brothers jugaba un papel esencial.

El ataque a México, la 
Guerra del Guano y la de la Triple Alianza, así como las demás guerras y atropellos territoriales que soportó América en esa década de 1860, tuvieron un único responsable, invisible y oculto: el Imperio Británico.

El ataque de México tuvo su origen inmediato en la deuda de esta nación con la Alta Banca europea, en especial con la inglesa. Y si bien el ataque se inicia por las fuerzas combinadas del Imperio, España y Francia, tras la “Convención de Soledad” ésta última nación será la ejecutora visible de los planes de conquista, tendientes a asegurar, en su fin último, el cobro de la deuda externa y dominar absolutamente la política y economía mexicana mediante la concreción de nuevos empréstitos con las bancas Rotschild y Jecker.

La Guerra del Guano, por su parte, es otra cruel evidencia de los complejos planes del Imperio Británico y su Alta Banca. Mientras la Francia de Napoleón III atacaba México, la escuadra española dirigía sus naves hacia las costas del Perú, hacia donde llega a fines de 1864 para asolar a América con una nueva guerra de exclusivos fines económicos, cuyo beneficiario no es el atacante visible –España– sino su mandante financiero: el Imperio Británico a través de Rothschild y su testaferro el banquero español José de Salamanca.

El guano, fertilizante necesario para el consumo del algodón, corría peligro de salir del control británico por decisión nacionalista del gobierno peruano. De allí esta absurda guerra, en que la ocupación de la Isla de Chinchas y el bombardeo a la indefensa ciudad chilena Valparíso, no reconocían otra razón que el propósito de asegurar que el guano garantizara la deuda externa del Perú con la Alta Banca británica y su control directo por parte de las compañías explotadoras, también inglesas.

Junto al ataque a México y la Guerra del Guano contra Perú y Chile, se destaca el sangriento drama americano que es la destrucción del Paraguay nacionalista del mariscal Solano López.

Pero América no permaneció indiferente. La respuesta continental no se dejó esperar. Ella fue la de la “Unión Americana de las Repúblicas del Sud del Nuevo Continente”.

Una “Unión Americana”, definida en sociedades políticas a o largo del continente desde la ciudad de México hasta Buenos Aires, puesta de manifiesto en Congresos y publicaciones por los intelectuales nacionales y encarnada en acto, por las empobrecidas masas americanas, que tras Benito Juárez, Francisco Solano López, Felipe Varela, enfrentaron al invasor extranjero y sus mandatarios locales, en defensa de un continente que se negaba a ser definitivamente balcanizado y sometido.

El Defensor de la Unión Americana y Baring Brothers

“Entonces –recordará Felipe Varela en su “Manifiesto” – llevado del amor a mi Patria y a los grandes intereses de América, creí un deber mío, como soldado de la libertad, unir mis esfuerzos a los de mis compatriotas, invitándoles a empuñar la espada (...)”.

Tras el combate de Nacimientos (La Rioja) el dos de enero de 1867, hasta el de Salinas de 
Pastos Grandes, el doce de enero de 1869, en sucesivas campañas, incansables testimonios de heroicidad y grandeza, el caudillo catamarqueño y americano, luchará denodadamente contra los ejércitos de línea, expresiones concretas de un política imperialista en cuyo vértice se encontraba la Alta Banca británica y en lo que a la Argentina se refiere, Baring Brothers.

Dos meses antes del pronunciamiento varelista. Baring Brothers – como en los tiempos de Rivadavia – había logrado la “nacionalización” de la deuda externa. De esta manera lograba el control total de las finanzas públicas provinciales, las que con sus desvastadas economías garantizarían y abonarían los servicios de esa “deuda” con la Alta Banca británica.

En efecto, por ley 206 del 1° de octubre de 1866 se establecía que a partir del veinticinco de mayo de 1867 “quedaban a cargo de la Nación, las siguientes deudas comprendidas en la garantía acordada a la provincia de Buenos Aires: 1°) El empréstito inglés (es decir, la deuda con Baring Brothers); 2°) Los veinte millones de fondos públicos creados por la ley del 5 de mayo de 1859 (en poder de Mauá-Rothschild); 3°) Los veinticinco millones de fondos públicos creados por la ley del 8 de junio de 1861”.

Por eso Baring Brothers comprendía con claridad que el pronunciamiento varelista no sólo hacía peligrar la estabilidad del Gobierno de Mitre, sino que con sus postulados eminentemente nacionalistas y americanos y con su categórica defensa de las empobrecidas economías provinciales, era una formal declaración de guerra al Imperio Británico y a la banca cuyos intereses representaba.

De ahí que cuando el veintisiete de enero de 1867, el agente de Su Majestad Británica, Mr. George B. Mathews entrevista al Ministro de Relaciones Exteriores Rufino Elizalde y le ofrece el apoyo total de Inglaterra contra la revolución popular de Felipe Varela, que a su juicio “amenaza con dominar todo el país”, no hace más reconocer el peligro que importaba para los intereses británicos y en especial para Baring Brothers, la montonera argentina dispuesta a cambiar el destino de la patria y con ella de todo el continente sudamericano.

Bartolomé Mitre, súbdito inglés por su vocación de entrega, dirá, satisfecho del ofrecimiento de intervención directa del Imperio Británico contra la heroica montonera del caudillo catamarqueño: “Me ha impresionado agradablemente tan noble proceder que a la vez testifica la cordialidad de nuestras relaciones con la Gran Bretaña, revela elocuentemente la amistad y simpatía que profesa a la administración argentina el ilustrado caballero Mathews”.

Mientras tanto, como bien dice Dardo de la Vega Díaz, “por donde Varela pasa, los ranchos van quedando vacíos”. El jefe revolucionario con voz grave y serena irá enrolando tras sí a las masas criollas tras explicarles el sentido de su “Cruzada Libertadora” para terminar con “los tiempos del coloniaje” como los califica, ya que sabe bien que “los liberticidas”, “los servidores del círculo del general Mitre” tratarán de hacerlo aparecer como un bárbaro bandolero – calificación que perdurará luego en toda la historiografía oficial – para descalificar su lucha y justificar la sangrienta represión.

A tales infamias responderá irónicamente Felipe Varela: “ser amigo de la libertad, de las provincias y de que entren en el goce de sus derechos ¡oh! eso es ser traidor a la patria y es por consiguiente un delito que pone a los ciudadanos fuera de la ley!”

Pero los verdaderos traidores a la Patria, de espaldas al país e inclinados ante Baring Brothers, ponían precio al pueblo levantado en montonera.

FUENTES

- García Mellid, Atilio. Proceso a los falsificadores de la guerra del Paraguay. Edic.Theoría. Bs.As.1964
- García Mellid, Atilio. Proceso al liberalismo argentino. Edit. Theoría. 1964)
- Ortega Peña, Rodolfo y Eduardo L.Dualde. “Baring Brothers y la Historia Política Argentina”. Edit.“La Estrella” 1968)
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

HISTORIA SOCIAL GENERAL.


EL GENERAL FELIPE VARELA Y LAS PRESIDENCIAS FUNDADORAS


El seis de diciembre de 1866, al cruzar entre los boquetes de la cordillera, el coronel Felipe Varela da a conocer su proclama, dando un profundo sentido nacional y americano a la lucha montonera que han reiniciado Aurelio Zalazar en Catuma y los “colorados” en Cuyo.

El caudillo catamarqueño, que fuera segundo jefe del 
Chacho Peñaloza, y como tal admirado y respetado en el noroeste argentino, llega marcialmente de Chile con su inconfundible figura estilizada, su gran sombrero y sus largos bigotes canos. Le acompañan pocos hombres y escaso armamento pero sabe que lo espera una nación sometida por la fuerza y convulsionada, que sólo engrillada admite ir a pelear contra sus hermanos paraguayos.Cada sufrido hombre de nuestro interior provinciano es montonero que está esperando nada más que la voz de su jefe para incorporarse al combate.

“¡Compatriotas, a las armas!” es la invitación de Felipe Varela. Mas, a diferencia del Chacho, su “Proclama” enuncia un programa concreto y revolucionario. No se trata sólo de una lucha romántica contra el tirano de Buenos Aires y sus mandantes europeos. Dirá Varela: “¡Soldados Federales!” Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás Repúblicas Americanas”. Y no vacilará en enjuiciar con severos y definitivos trazos la política mitrista: “Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones fuertes, y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro caprichote aquél mismo porteño que, después de la derrota de Cepeda, lagrimando juró respetarla".

“Compatriotas, desde que aquel (Mitreusurpó el Gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño, es ser ciudadano exclusivita; y ser provinciano, es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del Gobierno de Mitre. Tal es el odio que aquellos fraticidas tienen a las provincias qeu mucho de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y guillotinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazábal y otros varios dignos de Mitre”. (“¡Viva los pueblos libres!” Manifiesto de Felipe Varela impreso en Potosí, enero de 1868. Biblioteca Nacional. Buenos Aires)”.

Ante el pronunciamiento de Felipe Varela, el mitrismo vacila. Comprende que se ha iniciado en nuestro país una revolución popular americana; sabe bien que el lema que el caudillo montonero lleva al combate – “La Unión Americana de las Repúblicas del Sud contra las Potencias Europeas” – no es una frase de circunstancias, pues el coronel Varela al titularse “Representante y Defensor de la Unión de Americana” está entroncando su pronunciamiento en la reacción continental contra los planes del Imperio Británico de apoderarse definitivamente de América. 

El Imperio Británico y El Apoderamiento Continental

Efectivamente, hacia 1860 y en los años sucesivos el Imperio Británico realiza una genial y sutil maniobra tendiente a lograr el apoderamiento definitivo del continente sudamericano, eliminando las resistencias nacionales y la competencia internacional que pudiera perturbar sus planes de dominio.

El momento histórico elegido para ello no es casual: la guerra de la Secesión, eliminaba a los Estados Unidos del plano competitivo internacional, a su vez que la coyuntura económica inglesa permitía la realización del plan imperialista: hacia esos años ya se encontraba aceleradamente desarrollado el proceso de acumulación de capital de concentración bancaria e industrial.

La crisis mundial del algodón y la necesidad de nuevas áreas de cultivo, así como el aseguramiento del fertilizante que permitiese una producción algodonera intensiva, movieron al Imperio Británico y a su Alta Banca a proyectar una gran política imperialista de apoderamiento, cuya sutileza y genialidad consistió en permanecer oculta tras fuerzas y diplomáticos de otras naciones. La maniobra se vio facilitada por el sometimiento financiero que el Imperio Británico había logrado a su favor tanto de la Europa continental como de los países americanos.

En esa intrincada red de empréstitos y dependencia, Baring Brothers jugaba un papel esencial.

El ataque a México, la 
Guerra del Guano y la de la Triple Alianza, así como las demás guerras y atropellos territoriales que soportó América en esa década de 1860, tuvieron un único responsable, invisible y oculto: el Imperio Británico.

El ataque de México tuvo su origen inmediato en la deuda de esta nación con la Alta Banca europea, en especial con la inglesa. Y si bien el ataque se inicia por las fuerzas combinadas del Imperio, España y Francia, tras la “Convención de Soledad” ésta última nación será la ejecutora visible de los planes de conquista, tendientes a asegurar, en su fin último, el cobro de la deuda externa y dominar absolutamente la política y economía mexicana mediante la concreción de nuevos empréstitos con las bancas Rotschild y Jecker.

La Guerra del Guano, por su parte, es otra cruel evidencia de los complejos planes del Imperio Británico y su Alta Banca. Mientras la Francia de Napoleón III atacaba México, la escuadra española dirigía sus naves hacia las costas del Perú, hacia donde llega a fines de 1864 para asolar a América con una nueva guerra de exclusivos fines económicos, cuyo beneficiario no es el atacante visible –España– sino su mandante financiero: el Imperio Británico a través de Rothschild y su testaferro el banquero español José de Salamanca.

El guano, fertilizante necesario para el consumo del algodón, corría peligro de salir del control británico por decisión nacionalista del gobierno peruano. De allí esta absurda guerra, en que la ocupación de la Isla de Chinchas y el bombardeo a la indefensa ciudad chilena Valparíso, no reconocían otra razón que el propósito de asegurar que el guano garantizara la deuda externa del Perú con la Alta Banca británica y su control directo por parte de las compañías explotadoras, también inglesas.

Junto al ataque a México y la Guerra del Guano contra Perú y Chile, se destaca el sangriento drama americano que es la destrucción del Paraguay nacionalista del mariscal Solano López.

Pero América no permaneció indiferente. La respuesta continental no se dejó esperar. Ella fue la de la “Unión Americana de las Repúblicas del Sud del Nuevo Continente”.

Una “Unión Americana”, definida en sociedades políticas a o largo del continente desde la ciudad de México hasta Buenos Aires, puesta de manifiesto en Congresos y publicaciones por los intelectuales nacionales y encarnada en acto, por las empobrecidas masas americanas, que tras Benito Juárez, Francisco Solano López, Felipe Varela, enfrentaron al invasor extranjero y sus mandatarios locales, en defensa de un continente que se negaba a ser definitivamente balcanizado y sometido.


FUENTES


Fuentes:

- García Mellid, Atilio. Proceso a los falsificadores de la guerra del Paraguay. Edic.Theoría. Bs.As.1964
- García Mellid, Atilio. Proceso al liberalismo argentino. Edit. Theoría. 1964)
- Ortega Peña, Rodolfo y Eduardo L.Dualde. “Baring Brothers y la Historia Política Argentina”. Edit.“La Estrella” 1968)
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

HISTORIA SOCIAL GENERAL.

HISTORIA DE LAS MALVINAS TERCERA PARTE




El entredicho anglo-español

El Almirantazgo británico tenía conocimiento del proyecto confeccionado por el almirante Jorge Anson al regreso de su viaje por los mares del Sur (1740-1744), y en 1748 manifestó su deseo de explorar las islas; pero se vio obligado a desistir de su propósito ante la advertencia del ministro español Carvajal. Téngase presente que, en 1748, antes de que se produjera ninguna ocupación, ya España consideraba el archipiélago de su propiedad.

Varios años después, el 23 de enero de 1765, el comodoro John Byron, al mando de la fragata Dolphin, llegaba a la isla Croisade (Cruzada), del grupo de Malvina Oriental, visitada y bautizada con anterioridad por Bougainville, y desembarcaba en una caleta que denominó Puerto Egmont, en honor del primer lord del Almirantazgo. Al año siguiente, el capitán inglés John Mac Bride, al frente de la nave Jason, arribó a la isleta mencionada el 8 de enero de 1766, casi dos años después de la fundación del Puerto San Luis por Bougainville. De este modo Gran Bretaña, que se había abstenido ante la advertencia de Carvajal, acomete sin escrúpulos la ocupación de Puerto Egmont, sabiendo además que al otro lado se hallaba el fuerte francés.

Tal ocupación se hacía por iniciativa de lord Egmont, de acuerdo con el memorial preparado por el comodoro Byron. "La lectura de estos documentos —escribió Egmont— demostrará la importancia de la estación, que es indiscutiblemente la llave de todo el océano Pacífico. Esta isla debe dominar los puertos y el comercio de Chile, Perú, Panamá, Acapulco y, en una palabra, todos los territorios que dan sobre el mar. Hará que en adelante todas nuestras expediciones a esos lugares resulten lucrativas, de carácter fatal para España...".

Con tales términos se expone a la faz del mundo la política que siguió posteriormente Gran Bretaña con los territorios españoles y sus sucesores en la América Latina.
Felipe Ruiz Puente, primer gobernador español en las Islas Malvinas, desarrolló una considerable administración. Mantuvo una estricta vigilancia en las costas insulares y patagónicas hasta el Cabo de Hornos, y se preocupó de la atención religiosa de los habitantes. De este modo obtuvo la llegada a las islas de sacerdotes y de una imagen de Nuestra Señora de la Soledad, que le envió el gobernador Francisco de Paula Bucareli desde Buenos Aires.

Sabedor un día Ruiz Puente de la existencia de un establecimiento inglés en Puerto Egmont, en la isla de la Cruzada o Trinidad (llamada por los ingleses Saunders) envía al teniente de navío Mario Plata con instrucciones para requerir al jefe británico, capitán Anthony Hunt, comandante de la fragata Tamar, se retirara de aquella tierra perteneciente a la Corona española. El capitán Hunt hace caso omiso al aviso y Ruiz Puente comisiona entonces al capitán Fernando Rubalcava que efectúe un relevamiento de la zona de Puerto Egmont y se traslade a Buenos Aires para comunicar los hechos a Bucareli.

El gobernador de Buenos Aires comprendió que no conseguiría nada por medios pacíficos y resuelve poner en ejecución las órdenes recibidas de Madrid, por cédula real del 25 de febrero de 1768, de proceder por la fuerza en caso necesario. Da instrucciones al capitán de navío Juan Ignacio Madariaga, apostado en Montevideo, el cual parte el 11 de mayo de 1770 al frente de una escuadra integrada por cuatro fragatas y un jebeque.

Cuando Madariaga llega a las islas se entera de que el capitán Hunt había abandonado el fuerte, quedando en su lugar el capitán Guillermo Maltby, comandante de la fragata Favorite. Madariaga intenta por la persuación obtener que los ingleses evacuaran el fuerte. Ante una respuesta negativa envía un ultimátum al capitán Maltby y otro al capitán Jorge Farmer, que tenía a su cargo el torreón artillado. El jefe británico contesta que se defenderá hasta "dar la vida".

El 10 de junio Madariaga ordena el disparo de dos cañonazos a modo de advertencia, sin resultado. Los jefes británicos pensaban sin duda que se trataba de simples amenazas, sin entender que la demora de Madariaga se debía a su intención de agotar los términos pacíficos para evitar derramamiento de sangre. Ante aquella obstinación, las fragatas españolas comenzaron a cañonear el fuerte y las naves inglesas. Al mismo tiempo se despacharon lanchas a tierra con soldados que tiraban contra el torreón. Los ingleses, por su parte, descargaban sus baterías desde mar y tierra. La lucha fue mucho más reñida de lo que traslucen las crónicas escuetas de la época. Hubo bajas por ambas partes.

La fragata Favorite se rindió y el torreón izó bandera de parlamento. Un oficial inglés corrió al encuentro del jefe español que dirigía las operaciones de tierra, en demanda de capitulación. Las condiciones estipuladas por el capitán Madariaga fueron moderadas: los ingleses retirarían sus efectos y tendrían los víveres necesarios; pero no podían partir hasta que lo dispusiese el gobernador, capitán de navío Felipe Ruiz Puente.

En la entrevista que ambos jefes españoles mantuvieron en Puerto Soledad, el 27 de junio, se resolvió que el teniente Juan Serveto permaneciera en Puerto Egmont con treinta hombres, un médico y el capellán Fray Valentín Ponce de León. Madariaga partió hacia España para dar cuenta al Rey de la expulsión de los ingleses de Puerto Egmont. Esta es la primera victoria lograda por fuerzas españolas contra los ingleses en la América del Sur.

La expulsión de los ingleses dio origen a una enérgica protesta del gobierno de Londres ante el rey Carlos III, a quien exigían desagravio y reparaciones. Al mismo tiempo retiraba su embajador en Madrid y amenazaba con desencadenar la guerra. España solicitó ayuda a Francia y ésta le aconsejó negociar con Gran Bretaña. A fin de evitar un conflicto bélico, el gobierno español transige mediante un acuerdo (22 de enero de 1771), que lo obliga a desautorizar a Bucareli y restituir temporariamente Puerto Egmont a los ingleses, estableciendo, sin embargo, que el convenio "no puede ni debe afectar en nada la cuestión del derecho anterior de soberanía de las Islas Malvinas". Y en un pacto secreto se establecía que Puerto Egmont sería desalojado definitivamente por los ingleses al cabo de tres años, como ocurrió efectivamente el 22 de mayo de 1774.

Acerca del pacto secreto, que eliminaba toda futura pretensión británica, habla extensamente el jurista norteamericano Goebel. Expresa en uno de los párrafos: "Después del abandono de Puerto Egmont por los británicos, en 1774, los españoles ejercieron la más absoluta soberanía sobre todo el grupo de las islas, no limitando sus actos de gobierno y de control a las mismas, sino que extendieron su dominio hasta los mares adyacentes, en un esfuerzo tendiente a prohibir o, por lo menos, a dificultar, las actividades de pesca practicadas por otras naciones en los mares del Sur. No parece que estos actos hayan encontrado resistencia alguna. Los británicos los aceptaron, y mediante la convención de Nootka Sound les dieron su consentimiento formal al reconocer el status quo existente en la mitad meridional de la América del Sur".

En su obra “La guerra y la política constitucional”, el historiador Adolfo Saldías expresa: "Los publicistas y estadistas británicos de ese tiempo están acordes en el alcance del convenio del 22 de enero de 1771, por el cual, según ellos mismos, Inglaterra cedió las Islas Malvinas a España". Miller, en su “Historia del reinado de Jorge III”, refiriéndose a este arreglo dice: "Los ministros se habrían hecho responsables en el más alto grado si hubiesen envuelto a la nación en una guerra por no admitir una excepción tan insignificante como la reserva del mejor derecho a uno o dos puntos estériles, bajo un cielo ventoso y en tan dispares comarcas... La posibilidad de igual disputa desapareció por el total abandono que hizo del establecimiento tres años después".

Durante 43 años las Malvinas estuvieron administradas, sin interrupción, por mandatarios españoles, designados por el gobernador o el virrey de Buenos Aires, y desde 1785 regidas, con inclusión de la Tierra del Fuego, bajo una misma comandancia. La nómina de los gobernadores españoles y sus actos de gobierno están contenidos en la obra del historiador argentino Antonio Gómez Langenheim: “Elementos para la historia de Nuestras Islas Malvinas”.

FUENTE LA GAZETA FEDERAL.

HISTORIA SOCIAL GENERAL.